jueves, 14 de febrero de 2013

El amor en Sevilla



En un día como hoy, un paseo romántico por Sevilla tiene que tener sin duda una parada en la Glorieta de Bécquer, ubicada en el Parque de María Luisa de Sevilla. Aunque el monumento es bello en cualquier momento, tiene una mística especial a primera hora de la mañana, o durante el atardecer. Se trata de un monumento al amor en todas sus fases y desde todas su manifestaciones. Al amor que tan bien describió el poeta sevillano en sus Rimas y Leyendas.


La glorieta se divide en tres partes, la primera, un busto en pedestal alto del poeta en el que constan la fecha de nacimiento y fallecimiento de Gustavo Adolfo Bécquer. 




También hay dos figuras en bronce que representan el “amor herido”, representado en una figura yacente, y la otra es de un joven Cupido o amorcillo como “el amor que hiere”.



Pero las más famosas representaciones de esta glorieta son las figuras de las tres mujeres sentadas en un banco, realizadas de una sola pieza de mármol. En ellas se representan el “amor ilusionado”, el “amor poseído” y el “amor perdido”, todas formando parte de la rima El amor que pasa, compuesta por él mismo.






Los invisibles átomos del aire
en derredor palpitan y se inflaman,
el cielo se deshace en rayos de oro,
la tierra se estremece alborozada.

Oigo flotando en olas de armonías,
rumor de besos y batir de alas;
mis párpados se cierran… ?¿Qué sucede?
¿Dime?
¡Silencio! ¡Es el amor que pasa!



En el centro de la glorieta, inaugurada en diciembre de 1911, se encuentra un impresionante árbol que cubre y da sombra a todo el recinto. Alrededor del árbol se sitúa un monumento en mármol dedicado al poeta romántico español por antonomasia, Gustavo Adolfo Bécquer. Fue promovido por Serafín y Joaquín Álvarez Quintero, quienes cedieron los derechos de autor de su comedia La rima eterna para costear una estatua de Bécquer. El monumento fue proyectado por el escultor Lorenzo Coullaut Varela, que también era sevillano (como Bécquer y los hermanos Álvarez Quintero), de Marchena concretamente.

La glorieta original poseía también anaqueles donde se podían consultar obras del famoso poeta envuelto por el romanticismo que rodea el lugar. A día de hoy todavía hay enamorados que depositan ramos de flores y candados en honor a tan bello sentimiento como es el “amor”.
Recomiendo que se sienten en algunos de los bancos que rodean al monumento, mejor en el que esté más de frente al busto Bécquer. Cuando lleven un rato allí, si la presencia de otras personas no ha perturbado la magia del lugar, puede que sean testigos de la leyenda… En las tardes de otoño e invierno, cuando el sol cae, casi ya a oscuras, una brisa estremecedora y fría mece las hojas y ramas de los árboles, que parecen susurrar en su melodía la voz melancólica del poeta lamentando su desdicha:

Podrá nublarse el sol eternamente;
podrá secarse en un instante el mar;
podrá romperse el eje de la tierra
como un débil cristal.
¡Todo sucederá! Podrá la muerte
cubrirme con su fúnebre crespón;
pero jámás en mí podrá apagarse
la llama de tu amor.



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