En un día como hoy, un paseo romántico
por Sevilla tiene que tener sin duda una parada en la Glorieta de Bécquer,
ubicada en el Parque de María Luisa de Sevilla. Aunque el monumento es bello en cualquier
momento, tiene una mística especial a primera hora de la mañana, o durante el
atardecer. Se trata de un monumento al amor en todas sus fases y desde todas su manifestaciones. Al amor que tan bien describió el poeta sevillano en sus Rimas y Leyendas.
También hay dos figuras en bronce que
representan el “amor herido”, representado en una figura yacente, y la otra es
de un joven Cupido o amorcillo como “el amor que hiere”.
Pero las
más famosas representaciones de esta glorieta son las figuras de las tres mujeres
sentadas en un banco, realizadas de una sola pieza de mármol. En ellas se
representan el “amor ilusionado”, el “amor poseído” y el “amor perdido”, todas formando
parte de la rima El amor que pasa,
compuesta por él mismo.
Los invisibles átomos del aire
en
derredor palpitan y se inflaman,
el
cielo se deshace en rayos de oro,
la
tierra se estremece alborozada.
Oigo
flotando en olas de armonías,
rumor
de besos y batir de alas;
mis
párpados se cierran… ?¿Qué sucede?
¿Dime?
¡Silencio!
¡Es el amor que pasa!
En el centro de la glorieta,
inaugurada en diciembre de 1911, se encuentra un impresionante árbol que cubre
y da sombra a todo el recinto. Alrededor del árbol se sitúa un monumento en
mármol dedicado al poeta romántico español por antonomasia, Gustavo Adolfo Bécquer.
Fue promovido por
Serafín y Joaquín Álvarez Quintero, quienes cedieron los derechos de autor de
su comedia La rima eterna para costear una estatua de Bécquer. El
monumento fue proyectado por el escultor Lorenzo Coullaut Varela, que también
era sevillano (como Bécquer y los hermanos Álvarez Quintero), de Marchena
concretamente.
La glorieta original poseía también
anaqueles donde se podían consultar obras del famoso poeta envuelto por el
romanticismo que rodea el lugar. A día de hoy todavía hay enamorados que
depositan ramos de flores y candados en honor a tan bello sentimiento como es
el “amor”.
Recomiendo que se
sienten en algunos de los bancos que rodean al monumento, mejor en el que esté
más de frente al busto Bécquer. Cuando lleven un rato allí, si la presencia de
otras personas no ha perturbado la magia del lugar, puede que sean testigos de
la leyenda… En las tardes de otoño e invierno, cuando el sol cae, casi ya a
oscuras, una brisa estremecedora y fría mece las hojas y ramas de los árboles,
que parecen susurrar en su melodía la voz melancólica del poeta lamentando su
desdicha:
Podrá nublarse el sol eternamente;
podrá secarse en un instante el mar;
podrá romperse el eje de la tierra
como un débil cristal.
¡Todo sucederá! Podrá la muerte
cubrirme con su fúnebre crespón;
pero jámás en mí podrá apagarse
la llama de tu amor.
Agradecimientos a www.anantes.net y griegoantiguo.wordpress.com
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