lunes, 2 de septiembre de 2013

Pasadizos ocultos de la Córdoba califal

Cuenta la leyenda popular que en la época califal, pasadizos secretos y túneles  recorrían las entrañas de Córdoba , llevando intrigas y misterios de un lado al otro del Guadalquivir.




El más famoso es también probablemente el más difícil de comprobar su existencia. Se trata del misterioso túnel que dicen, unía la Mezquita con la cercana ciudad palatina de Medina Azahara, por la que el califa acudiría a realizar sus rezos diarios, directamente a lomos de su caballo. 



No se ha encontrado ninguna prueba de su existencia, pese a que en el acervo popular cordobés es prácticamente un hecho transmitido a través de muchas generaciones.

También cuentan que bajo el lecho río grande de Al Andalus, una galería oculta unía la torre de la Calahorra con la gran Mezquita Aljama.

Esta leyenda, si bien distorsionadas por el boca a boca y el paso del tiempo, guardan algo de realidad, ya que muchos pasadizos recorrieron la vieja Córdoba Omeya alejando de miradas indiscretas movimientos estratégicos de nobles y califas.  


Un ejemplo de ello es el sabat, un pasadizo que comunicaba el alcázar, la residencia de los emires y califas cordobeses, con la mezquita.
Tenía dos partes, una visible desde el exterior, un puente de tres arcos que salvaba la calle para permitir el tránsito normal por la calzada y otra parte, oculta en el interior de la mezquita, detrás de su muro de la alquibla. El pasadizo se dividía en ocho habitaciones, cinco en la mezquita y otras tres en el puente, cubiertas con bóvedas simples y separadas por ocho puertas forradas de bronce y hierro.

Las inscripciones encontradas indican la función de este pasadizo: «El imán al-Mustansir, al-Hakam, Príncipe de los Creyentes, mandó hacer este acceso a su lugar de oración a su chambelán Ya‘far». 

Se construyó entre los años 970-972 y se destruyó en el siglo XVII. Hasta nuestros días ha llegado la parte correspondiente a la mezquita, con la puerta de acceso a la macsura y la puerta donde se unía el puente, visible hoy desde la calle, en el extremo del muro occidental.



No fue éste el primer sabat de la mezquita de Córdoba. Ya el devoto emir ‘Abd Allah (888-912) había instalado uno. Consistía también en un puente sobre la calzada aunque, a diferencia del de al-Hakam, aquél no tenía continuación en el interior de la sala de oración. Entre la puerta exterior de la mezquita y la macsura sólo se dispuso una pantalla, seguramente de madera. La razón que le llevó a construirlo fue que cada vez que acudía a la mezquita a rezar (y lo hacía a diario) las gentes interrumpían sus oraciones y se levantaban. Ante algunas protestas de los alfaquíes, decidió ocultarse de las miradas de los fieles mediante este paso privado.

El sabat sin embargo no era un mero pasillo. Según cuentan las crónicas, Abd Allah se sentaba allí tras la oración del viernes para observar a los transeúntes sin ser visto; escuchaba sus conversaciones y así se enteraba de sus problemas cotidianos y de las injusticias que se cometían en la ciudad. Al-Hakam, por su parte, acostumbraba a sentarse ese mismo día en una de las estancias para recibir en audiencia a sus visires o a algún personaje importante de visita en Córdoba. Informa el Instituto Cervantes.

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