De cara al Océano Atlántico, la ciudad de Cádiz se ve como una fortaleza de piedra que rompe con su fama de "tacita de plata", Los baluartes, castillos y vigías forman parte de un anillo protector del casco antiguo. Parece como si un puño cerrado se dirigiera hacia un horizonte caribeño lleno de enigmas. Con el vaporcito porteño se desembarca a orillas de la gaditana avenida del Puerto sin avistar por completo aquella formidable barrera defensiva construida para resistir los ataques de las escuadras enemigas.
Hoy rescataremos un recorrido por la ciudad de Cádiz, recogido por la guía "Andalucía. Cuadernos de ruta", editada por GeoPlaneta, en la que podremos conocer los ligares más representativos de la ciudad más antigua de Europa, hermana de las ciudades americanas del descubrimiento, cuna del arte y capital española de la Luz
Aquí suenan mucho el turco Barbarroja y el inglés Drake: dos nombres de películas de piratas que en el siglo XVI rodaron varios intentos de saqueo. El caminante tiene que dar vueltas a su aire, sin ruido, midiendo cuidadosamente el terreno amurallado que pisa.
En la Plaza de España se levanta desde 1929 el monumento a las Cortes Liberales de 1812. A espaldas del edificio neoclásico de la Diputación Provincial, se llega hasta la iglesia de San Agustín, donde se puede apreciar el Crucificado de la Buena muerte de Alonso Cano. En el oratorio de la Santa Cueva, nos sorprendemos con otros grandes tesoros: un Calvario de mármol, hecho por escultores genoveses, y tres Goyas: El milagro de los panes y los peces, El invitado a las bodas y la Santa Cena. Y qué decir de la iglesia del Rosario, que empezó siendo una ermita en el siglo XVI y hoy acoge al Crucificado de las Misericordias. En la plaza de la Mina, el Museo de Cádiz es un filón de arqueología y bellas artes.
Con tres milenios de antigüedad a cuestas, esta ciudad pasa por ser la más antigua de Europa. Fue Gadir fenicia desde el año 110 a.C., cartaginesa, romana, musulmana.... siempre fortaleza. Lo nunca visto: los sarcófagos antropomorfos del siglo V a.C. son únicos en el Mediterráneo. De lo más vistoso, las pinturas del retablo mayor de la Cartuja de Jerez, obra de Zurbarán y La sagrada Familia de Rubens. A dos pasos de las plazas, corren los vientos oceánicos por la Alameda de Apodaca y la Alameda marqués de Comillas: un paseo con árboles que muere a orillas del edificio neoclásico del Gobierno Militar y de la iglesia barroca de San Francisco, situados frente a la Punta Candelaria.
La Candelaria es también una plaza ajardinada donde la estatua del gaditano Emilio Castelar, un político republicano del siglo XIX ocupa el lugar de una antigua fuente.
Torres y murallas
El caminante puede asomarse al balcón de la fortaleza para tomar aires de mar. Desde dentro, no se tiene la impresión de andar por los límites de un recinto amurallado. Incluso las torres en alto de los siglos XVII y XVIII que servían para registrar el horizonte, son hoy como miradores turísticos. Hay que subir a la Torre Tavira, la más alta de la ciudad, para lanzar voces de asombro al aire de la bahía.
El Parque Genovés revienta de verdor: una obra mestra de la jardinería empezada a mediados del siglo XVIII y terminada en 1892. Araucarias y palmeras dan un aire carbeño. Un drago milenario da pie a avanzar unos metros más allá y llegar al Gran Teatro Falla, donde una vez al año la magia llega a las tablas, no por las cosas del amor brujo del compositor gaditano, sino al carnaval de febrero. Las defensas de Cádiz sólo caen al ritmo de la guitarra, el bombo, el tambor y el pito carnavalero.
Lejos de perderse en el laberinto callejero, el caminante puede seguir dando la espalda al horizonte atlántico y ganar la iglesia de San Felipe Neri, del barroco andaluz, con una Inmaculada de Murillo. Otro edificio barroco del siglo XVII, la iglesia de San Antonio, da nombre a la plaza. Entre las dos iglesias barrocas se encuentra el Museo Histórico Municipal, donde una maqueta de Cádiz en caoba y marfil es su pieza más valiosa.
La Caleta HabaneraUn alto en el camino nunca viene mal. Entre el castillo de Santa Catalina y el castillo de San Sebastián se extiende la playa de La Caleta y ya no se puede pedir más. Por el Campo del Sur se llega a la Catedral, donde parece estar paseando por el malecón de La Habana. Detrás de un grupito de casas pintadas de azul, amarillo y rosa pálidos se alza la catedral con una cúpula amarilla refulgente. Financiada por los ricos comerciantes de ultramar, fue construida a lo largo del siglo XVIII.
En el interior de la cripta del prebisterio está la tumba de Manuel de Falla, muerto en Argentina tras haberse separado de su tierra en 1939. Las Américas dejaron huella en Cádiz. La antigua Aduana, el Consulado de los Cargadores a Indias, la Casa de los Gramiuo Mayores de Madrid y la Casa de la Contratación, que luego sería trasladada a Sevilla, reflajan el poder comercial gaditano del siglo XVIII, De la iglesia del Rosario los marinos tomaron la imagen de la Virgen, patrona de la Carrera de Indias, para llevarla a bordo de sus barcos como figura de protección. Era La Galeona.
Y la arquitectura civil del barroco gaditano fue cosa fina de los mercaderes que se hacían de oro con el comercio americano.Antes de tomar la Puerta de Tierra, barroca, académica y neoclásica a la vez, que abre y cierra triunfalmente el casco antiguo de Cádiz, el caminante puede repartir su tiempo entre la iglesia de Santa María y la de Santo Domingo, dos iglesias conventuales, o la cárcel Real, el primer edificio de estilo neoclásico. El ladrillo visto y la cerámica vidriada hacen humo en la Fábrica Nacional de Tabacos de 1741, que antes fue circo romano y alhóndiga. Finalmente, la casi interminable playa de la Victoria queda a un paso.
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