La provincia de Cádiz guarda numerosos tesoros que ofrece a gaditanos y visitantes que se dignen a acercarse a conocerla. Uno de ellos son los caballos jerezanos, otro su luz, su mar y, por supuesto, sus vinos.
Durante la época colonial, el vino era considerado un bien de primera necesidad en los viajes hacia el nuevo mundo. El agua a bordo de los barcos no servía para el consumo tras un par de días de travesía y el vino, gracias al alcohol que contenía, se preservaba. Los ingleses envidiaban la calidad de los vinos españoles y creían que en ellos residía el secreto de los éxitos de navegación.
El corsario Francis Drake se internó en la bahía de Cádiz e incendió los 37 barcos que esperaban para unirse a la Armada Invencible. Pero no se olvidaron del más preciado botín y se hicieron con un cargamento de 2.900 barriles de vino de las reservas navales de vino.
Las tabernas de Londres y la corte de Isabel I festejó el asalto con el auténtico vino de Jerez, convirtiéndose desde entonces en el mítico Sherry, el caldo favorito de los ingleses.
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