lunes, 10 de junio de 2013

El Mexuar de la Alhambra

Dice el dicho granadino que "la casa del moro, por fuera de barro, por dentro de oro". Y esa es la primera sensación que el visitante cuando entra a los Palacios Nazaríes de la Alhambra por su actual acceso, a través del Palacio del Mexuar. 


Hoy nuestra excursión por tierras andaluzas nos lleva a Granada, a la preciada joya de su corona, la Alhambra. Al acceder al corazón de la ciudad palatina, los visitantes pueden sentir que se trata de edificios desangelados, con bastas paredes apagadas, a las que se asoman, como ojos escrutadores, pequeñas hendiduras a modo de ventanas. 



Sin embargo, al traspasar sus muros, comienza la sorpresa. Haremos una parada especial en la primera estancia que el visitante actual encuentra al acceder a la zona residencial de la familia real nazarita: El Mexuar, hoy vinculado también con un Oratorio Real.



El Mexuar era una edificación de fines, fundamentalmente políticos y judiciales. Debe su nombre al término árabe Maswar, lugar donde se reunía la Sura o Consejo de Ministros. También era el lugar o la antesala donde el Sultán impartía justicia. 

Esta estancia debió pertenecer a una edificación anterior al Palacio de Comares y al de Los Leones, probablemente al construida por Isma’il I (1314-1325) y ha sufrido numerosas transformaciones. 




La decoración fue adaptada por Yusuf I (1333-1354) y posteriormente por Muhammad V en su segundo mandato (1362-1391), ambos responsables respectivamente de los dos Palacios de la Alhambra que mejor se han conservado.




Originalmente tenía un cuerpo central de linterna que le servía de iluminación cenital y de la que sólo subsisten las cuatro columnas y sus entablamentos. En el siglo XVI se modificó todo el espacio para añadirle una planta superior y transformarlo en Capilla.


Entre las radicales modificaciones de la sala destaca por su curiosidad la del friso epigráfico de yesería que discurre por encima del zócalo alicatado. Procedente del desaparecido Pórtico del Patio de Machuca se colocó en el Mexuar por artesanos moriscos, en lugar de las típicas almenillas, con una clara intención simbólica: «El Reino es de Dios. La fuerza es de Dios. La Gloria es de Dios». Esta inscripción venía a reemplazar a las jaculatorias cristianas: «Christus regnat. Christus vincit. Christus imperat». 



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