miércoles, 25 de septiembre de 2013

Un amor imposible por los jardines de Córdoba

Los jardines de Córdoba guardan secretos, besos y pasiones prohibidas que con el paso de los siglos se han convertido en leyenda, hoy incluso en monumento a los amantes que por sus calles engalanadas de azahar se enamoraron. 


En nuestras excursiones a Córdoba, conocemos muchas de ellas, pero hoy te traemos una de las más conocidas, a la que recuerdan unas manos que se quieren unir, pero apenas se rozan, en el Campo Santo de los Mártires. Se trata de la historia de la hija de un califa, la princesa y poetisa Wallada, y el poeta cordobés Ibn Zaydun. Su amor prohibido pasará a la eternidad gracias las misivas que se intercambiaron, en las que sus bellas palabras dejaron constancia de todas las fases de su amor: deseo, pasión, celos, desengaño y dolor.


Dejando a un lado la incuestionable calidad literaria de los versos de Ibn Zaydun, que regeneró la poesía hispano-musulmana introduciendo grandes novedades y generando nuevos ideales para el amor romántico, el personaje más atrayente de esta relación es la princesa, toda una adelantada a su tiempo a la que sus coetáneos llamaban “la perversa”.


Al morir su padre sin dejar descendencia masculina, Wallada heredó sus bienes y decidió gestionarlos ella misma, desafiando las convenciones sociales medievales, sin supervisión masculina alguna. 

La princesa había recibido una exquisita educación y decidió emplear su fortuna en un palacio en Córdoba, donde residió sola, y un salón literario, en el que ofrecía instrucción en poesía y canto a hijas de familias pudientes y a esclavas. Al fin y al cabo, ella misma era hija del califa con una esclava cristiana. Además Wallada organizaba charlas literarias y políticas, con la osadía de desafiar las normas, no sólo participando en los debates, pese a que hubiese hombres presentes, sino además haciéndolo a cara descubierta sin la protección del velo.

En plena Edad Media, que una mujer, musulmana o no, viviese sin la protección de ningún hombre y organizase veladas culturales era todo un escándalo, pero si encima se bordaba en sus túnicas, a la moda de los harenes de Bagdad, versos como “Estoy hecha por Dios para la alegría y camino orgullosa por mi propia senda” o “Doy gustosa mi mejilla a mi amante y mis besos a quien los quiera”, era toda una provocación.  Vanidosa y cultivada, además de hermosa, pelirroja, de tez blanca y ojos azules, fue duramente criticada por los integristas, aunque también tuvo grandes defensores como el visir Ibn Abdus, rival de Ibn Zaydun.

La intensa pasión de los dos poetas, marcada por los celos, nunca fue fácil, ya que pertenecían a clanes rivales, en pleno desmembramiento del califato Omeya, pero Wallada buscó el encuentro y en cuanto se conocieron ardió la llama. De esta época son versos como los que rezan en su monumento en Córdoba.


“Tengo celos de mis ojos, de mí toda, / de ti mismo, de tu tiempo y lugar. / Aún grabado tú en mis pupilas, / mis celos nunca cesarán...”, decía Wallada. Mientras él escribía: "Tu amor me ha hecho célebre entre la gente. / Por ti se preocupan mi corazón y pensamiento. / Cuando tú te ausentas nadie puede consolarme. / Y cuando llegas todo el mundo está presente".

Sin embargo una infidelidad de Ibn Zaydun puso fin a la relación pasional, aunque no literaria. A partir de este momento, se suceden versos de dolor primero y sátira después, por parte de Wallada. Como el que dice "Sabes que soy la luna de los cielos/ mas, para mi desgracia, has preferido a un oscuro planeta" sugiriendo que la amante del poeta quizá fuera una esclava negra. Otro verso sugiere la posibilidad de un amante masculino: "Si (Ibn Zaydun) hubiera visto falo en las palmeras/ sería pájaro carpintero".

Por su parte, el amante se dejó ver por Córdoba errático y ojeroso, mostrando su arrepentimiento con versos como “¡Ay qué cerca estuvimos y hoy qué lejos! / Nos separó la suerte y no hay rocío / que humedezca, resecas de deseo, / mis ardientes entrañas; pero en cambio, / de llanto mis pupilas se saturan”.

Ibn Zaydun terminó sus días exiliado en Sevilla, rico y poderoso, pero nostálgico de su princesa poetisa. Por su parte, Wallada tras haber dilapidado su fortuna, se entregó a su protector, el visir Ibn Abdus, en cuyo palacio vivió aunque nunca llegaron a casarse. Con Wallada acabó también la época de esplendor cultural del califato Omeya. Ya anciana, murió el 26 de marzo de 1091, el mismo día en el que los fanáticos almorávides entraron en Córdoba. 

A. L.
Fuentes: CordobaPedia
Fotos: Diez en Cultura, Wikipedia, portada de Wallada e Ibn Zaydun

No hay comentarios:

Publicar un comentario